La televisión argentina siempre te estará en deuda. ¿Por qué? Porque, querido Gastón Portal, vos impusiste con habilidad mental (nunca una transpiración) un formato en nuestra excelsa TV argentina: los programas de archivo. La tele que habla de la tele. El predominio del refrito.
Corría el año 1994 cuando, a punto de parir una idea, hiciste que te tiraran abajo del primer 65 que venía tarde de Barracas para cortar con el esfuerzo de… imaginar. Y decimos “hiciste” porque tirarte solo implicaba, como mínimo, tener voluntad de algo.
Y eso, para vos, ya es laburar. Por ende, mejor pagarle a un par de enanos con poliomelitis para que hagan el trabajo sucio (o limpio, como sea, el tema siempre es que no lo hagas vos). De abajo de las ruedas del 65 fuiste a parar a la cama de tu casa. Y, embolado como estabas, clavaste la mirada en una pila de cassettes de tele que guardaba tu viejo –que en ese momento estaba desabrochándole la sotana al Padre Grassi, comentan por ahí–.
Ahí dijiste: “Uia, tanta cinta al pedo… ¿por qué no hago un programa con eso y fue?”. Claro que fue, negador de carretillas. De toque pusieron al aire el nefasto PNP (Perdona nuestros Pecados), con papá fascista en la conducción (no le había dado por la zoofilia todavía) y la boluda de Federica Pais a su derecha (como tenía que ser).
¿De qué se trataba el programa? Tapes y más tapes de otros programas. Y así vinieron largas temporadas de PNP, luego genialidades como El Ojo Cítrico (en donde además de los tapes te comías a la Prandi… que laburaba para vos, no sea cosa que te esguinces buscándote una mina aunque sea en otro barrio), RAN 15 y RSM (otra vez te comiste a la conductora, acalambrado).
¿De que trataban y tratan estos programas? Adivinen: de otros programas. El rating del refrito. No sea cosa que un día te tropieces con un lápiz y una hoja en blanco. Y se te ocurra algo Gastón! Nunca una pala, Portal.
Siempre te agradeceremos por las horas y horas de televisión que llenaste y llenás con tu archivo de mierda. Y como con esa porquería enlatada ocupaste y ocupás el lugar que le correspondía y corresponde a los que, en algún lugar, se rompen pensando algo nuevo. O tratan de aportarle algo a sus semejantes.
Corría el año 1994 cuando, a punto de parir una idea, hiciste que te tiraran abajo del primer 65 que venía tarde de Barracas para cortar con el esfuerzo de… imaginar. Y decimos “hiciste” porque tirarte solo implicaba, como mínimo, tener voluntad de algo.
Y eso, para vos, ya es laburar. Por ende, mejor pagarle a un par de enanos con poliomelitis para que hagan el trabajo sucio (o limpio, como sea, el tema siempre es que no lo hagas vos). De abajo de las ruedas del 65 fuiste a parar a la cama de tu casa. Y, embolado como estabas, clavaste la mirada en una pila de cassettes de tele que guardaba tu viejo –que en ese momento estaba desabrochándole la sotana al Padre Grassi, comentan por ahí–.
Ahí dijiste: “Uia, tanta cinta al pedo… ¿por qué no hago un programa con eso y fue?”. Claro que fue, negador de carretillas. De toque pusieron al aire el nefasto PNP (Perdona nuestros Pecados), con papá fascista en la conducción (no le había dado por la zoofilia todavía) y la boluda de Federica Pais a su derecha (como tenía que ser).
¿De qué se trataba el programa? Tapes y más tapes de otros programas. Y así vinieron largas temporadas de PNP, luego genialidades como El Ojo Cítrico (en donde además de los tapes te comías a la Prandi… que laburaba para vos, no sea cosa que te esguinces buscándote una mina aunque sea en otro barrio), RAN 15 y RSM (otra vez te comiste a la conductora, acalambrado).
¿De que trataban y tratan estos programas? Adivinen: de otros programas. El rating del refrito. No sea cosa que un día te tropieces con un lápiz y una hoja en blanco. Y se te ocurra algo Gastón! Nunca una pala, Portal.
Siempre te agradeceremos por las horas y horas de televisión que llenaste y llenás con tu archivo de mierda. Y como con esa porquería enlatada ocupaste y ocupás el lugar que le correspondía y corresponde a los que, en algún lugar, se rompen pensando algo nuevo. O tratan de aportarle algo a sus semejantes.